Al comienzo de este verano me encontré en el mercado con estas patatas moradas. Son la llamada patata Vitelotte noire, un tipo de patata con un intenso color morado violeta, casi negro tanto en el interior como en el exterior de las mismas. No pude resistir la tentación y pese a lo elevado de su precio compré tres patatas.
Con las patatas ya en casa me entró la duda de qué hacer con ellas; podía guardarlas hasta la llegada de la primavera siguiente o bien podía arriesgarme y sembrarlas ya al mismo tiempo que las patatas tardías que todavía estaban sin plantar, ya las patatas tenían nacederos con brotes decidí arriesgarme, malo sería que como mínimo no recuperada la simiente.
Las patatas las partí por la mitad y ya divididas las coloqué en tierra. Al nacer fallaron dos de los trozos. Del resto, dos se desarrollaron bien y llegaron a florecer, las otras meramente crecieron y repusieron simiente.
En el mes de noviembre las hemos sacado de la tierra y para ser tan poca patata no está mal la cosecha, una caja de 2 kilos, de las de fruta.
Pese al color es como todas las patatas originaria de Sudamérica, una variante con elevado contenido en almidón que no tiene una elevada producción, pero si una carne dura y crujiente, un sabor suave y además presenta otras propiedades, como que es rica en antocianinas, el pigmento vegetal hidrosoluble que les da color y se halla en las vacuolas de sus células.
Hay estudios que indican que las antocianinas tienen efectos beneficiosos para nuestra dieta ya que son antioxidantes, es decir, ayudan a combatir los radicales libres y con ello, combaten el deterioro natural que con la edad sufre nuestro organismo, en particular nuestras células.
Ahora pocas hemos comido (malhaya el diente que come la simiente), pero en la primavera ampliaremos la cosecha y así además de color y buen sabor añadiremos antioxidantes a la dieta. ©