Desde los semilleros he comenzado el trasplante de tomates a la tierra de cultivo del invernadero nuevo. La idea es que comiencen allí su crecimiento de modo que cuando el tiempo lo permita tomemos cada tomate y su cepellón y lo llevemos a su lugar definitivo. Pero de momento de eso no hay prisa.
Las plántulas son pequeñas, pero en estos días pasados de cielos cubiertos hemos aprovechado el momento para realizar el cambio y parece que las plantas de momento no han sufrido apenas y parecen ya dispuestas a desarrollarse.
Me había planteado el usar pequeños contenedores para colocar las plantas, pero en ellos debía controlar con cuidado el riego, lo que no yendo todos los días al huerto no siempre es fácil, como en estas fases iniciales las plantas son muy sensibles, por ello decidí ponerlos directamente en el suelo, donde las necesidades de agua estarán habitualmente cubiertas.
En el trasplante usamos solo las plántulas con varias hojas verdaderas. Primero regamos el terreno, levantando con cuidado las plántulas que colocamos en cada hoya con un poco de humus. Antes regamos dentro y encima colocamos el tomate apretando la tierra alrededor con cuidado. Terminamos vertiendo otro poco agua al lado de cada planta.
Les he colocado sobre la tierra preparada para los semilleros, realizada a base de tierra cribada del huerto, arena, humus de lombriz y paja de avena. Es una tierra rica en nutrientes y los tomates que gustan de estos parecen funcionar de momento muy bien con ella.
De momento he colocado diferentes hileras separadas unas de otras unos 1o cm, y las plantas están colocadas como a 8-9 cm unas de otras, con los tipos de tomates que se han ido desarrollando en los semilleros. Ahora ya están los de las primeras siembras, pero todavía faltan por trasplantar los de las últimas. ©