Hablar de las setas en un año como el actual es hablar de esperanzas, más que de otra cosa, pero raro es el año en que se salga al monte y que no se retorne con algo, aunque no sea demasiado, para ello lo más importante es tener en cuenta las características del hábitat de cada especie, y si las circunstancias son adecuadas, lo más probable es que si hay humedad suficiente se retorne con alguna de ellas.
Así hoy más que de los Boletos, en especial del Boletus edulis vamos a hablar de la ruta dónde podemos encontrarlo. Nosotros vamos a concentrarnos en una ruta de frondosas caducifolias, árboles por los que la familia de los boletus tiene una especial afinidad, y en cuyas raíces suelen desarrollar asociadas sus micorrizas.
El Quercus robur, esto es el roble común, así como otras variedades de robles suelen ser especie arbórea frecuente en el contexto en que aparecen los Boletus, preferiblemente en suelo ácido. Es una especie que a la llegada del frío otoñal, cambia el color de sus hojas y de forma sucesiva estas van cayendo del árbol, alfombrando el suelo de los bosques. Junto al mismo suele aparecer introducido por la mano del hombre el Castanea sativa, los castaños, especie en la que también se pueden desarrollar estos hongos.
Es en ese contexto en el que se desarrolla los boletus, siendo frecuente que el color y las hojas camuflen la aparición de los mismos y solo cuando estos alcanzan cierto tamaño el color más oscuro del sombrero delate su presencia.
Debemos pues buscar zonas de desarrollo de los robles, preferiblemente con praderas y monte bajo, mejor vaguadas, donde la humedad de la lluvia haya tendido a concentrarse, y si es posible lugares donde ya las hayamos visto en otros años, pues es cierto que no todos los árboles desarrollan esta simbiosis y los hongos tienden a aparecer asociados a los mismos árboles, si el micelio se ha respetado de un año para otro.
Se crea así un recorrido donde casi siempre los podemos volver a encontrar, siempre que hayamos sido respetuosos con el entorno.
Pero si este es nuestro primer año, es un poco más difícil, pero es bueno salir al monte con expectativas, disfrutando del paisaje, pero manteniendo la ilusión, comenzando a construir ese recorrido mágico al que volveremos año tras año con emoción e interés. Ese recorrido que apunta dónde y cuántos, que nos lleva desde las zonas más umbrosas que pueden ser lugar adecuado antes de la llegada de las heladas, pues tienden a conservar mejor la humedad hasta según sea el año otras más protegidas, cuando llegan los fríos.
Esas rutas se nos meten en el alma y año tras años al llegar la época con lluvia o sin ella se convierten en necesidad imperiosa para nuestros sentidos. Y las volveremos a hacer llenos de esperanzas, que no es tanto lo que se encuentra como el acto mismo de buscar. ©