Es curioso como de complejo es el medio ambiente en el que nos movemos despreocupadamente y cómo hay en día aspectos a veces inadvertidos de ese medio están condicionados por la globalización. Y de eso va esta entrada, de algo tan común ahora en el verano como las hormigas y de cómo la globalización ha repercutido en sus vidas.
No se gran cosa de hormigas por lo que pido disculpas por el atrevimiento, pues de hecho se engloban en un montón de tipos diferentes, pero desde que tengo conocimiento dos han sido los tipos de hormigas que recuerdo había en los campos de forma habitual.
Por un lado estaban las hormigas negras, las más habituales, con sus guerreros cabezones de poderosas mandíbulas y las obreras de menor tamaño. Por otro estaban las hormigas rojas, similares en formas, pero de un intenso tono rojizo que las diferenciaba al primer golpe de vista.
Hormigas que realizaban grandes hormigueros con conos que se elevaban respecto al entorno que había a su alrededor, sobre todo cuando se iniciaba la temporada de las lluvias. Estas hormigas se movían en su medio y se alimentaban y almacenaban todo tipo de semilla o fibra que tuviera un uso para ellas.
Seres laboriosos y pertinaces que mostraban inquietos su presencia a la hora de la merienda o del almuerzo campestre, en ese paréntesis en la tarea campesina, recogiendo todo tipo de restos que pudiesen quedar. Me gustaba entonces y me sigue gustando ahora dejar caer unan migajas cerca de su camino y contemplar sus afanes para arrastrarlas hasta el hormiguero. Ver esas autopistas de movimiento en medio del estío con seres que en ambas direcciones recorren los campos bajo el sol inclemente.
Y en una tarea similar estaba, alimentando a las hormigas negras con los restos del queso que me había comido y las migas del pan que quedaban, cuando junto a ellas comenzaron a aparecer otro tipo de hormigas, mucho más pequeñas y todas iguales, con un toque amarronado en su exoesqueleto, que tan pronto no estaban como de pronto todo el espacio donde estaban los restos se llenó de ellas.
Fue sorprendente como las hormigas negras se vieron obligadas a retroceder, meramente se acercaban esas pequeñas hormigas, casi un tercio menores que los soldados cabezones negros y de pronto estos se ponían a retorcerse intentando huir y al tiempo doliéndose. En breves momentos las hormigas negras que momentos antes habían sido abundantes abandonaron el campo y los recursos que allí se encontraban alejándose de estas agresivas y al tiempo más calmadas hormigas pequeñas.
Esta pequeña hormiga creo que es la hormiga Argentina (Linepithema humile), una extranjera en nuestros campos pero que se está adaptando extraordinariamente bien. Su expansión supone la convivencia con la hormiga autóctona a la que somete a una agresiva competencia que progresivamente reduce el área de su localización.
Llegaron como consecuencia de los intercambios comerciales y se asentaron primero en las ciudades donde despensas y cocinas son su paraíso, pero no han desdeñado expandirse también por los campos donde apacentan los pulgones y se encargan de su cuidado y expansión sobre las plantas, de modo que puedan ordeñarlos y aprovecharse de sus azúcares, así como explotar todo tipo de recursos que caen en sus manos.
No hace mucho que llegaron, pero da la sensación de que va para largo. La globalización a veces supone beneficios pero también en ocasiones nos trae estos males.©
Lo siento si la fotografía no da más de si. Es en estas ocasiones es cuando noto la falta de macro. Un artículo muy interesante sobre las hormigas es este de Ecologistas en acción.