En esta receta pretendemos emplear los magníficos colinabos que este año hay en el huerto. Esta raíz a caballo entre el nabo y la col, presenta unas raíces muy agradables al paladar en la época invernal, momento en que han sido suavizado el sabor fuerte que presentan las crucíferas por la acción de las heladas.
El colinabo a cocinar era hermoso, superando ampliamente el kilo. Comenzamos pelándolo y limpiándolo cuidadosamente. Antes de todo tomamos senderinas secas de las recogidas y puestas a secar en la época otoñal y las pusimos con agua templada para que se fuesen rehidratando.
El nabo tras ser pelado se cortó en trozos y se puso a cocer con un poco de leche, de modo que lo cubriese apenas, hasta que se puso tierno. No tardó mucho10-15 minutos.
Mientras tanto se tomó una cebolla y sus brotes tiernos y se puso a sofreír en la sartén cortada finamente.
Al poco se le incorporó un ajo y la carne de ibérico finamente picada ( menos de 100 gr.)
Se dejó sofreir y pochar. Una vez cocidos los colinabos se escurren de la leche y se reservan por separados colinabos y leche.
A las senderinas se les quita el exceso de líquido y escurridas se van echando a la sartén, se dejan cocinar.
Se incorpora a la sartén una buena cucharada de salsa de soja, un poco de pimienta molida, la leche que ha sobrado de cocer los colinabos. Se rectifica de sal y se deja cocinar todo junto, se podrían echar aquí los colinabos y saltear todo junto.
Se pone todo en una tartera para llevar al horno, el queso que gustemos por encima y se pone a gratinar hasta que se dore por encima. Estando listo para servir y agradable de comer.
Los colinabos son mucho más suaves que los nabos, sin las durezas interiores que estos tienen. De hecho al ser tan grande, una parte del mismo quedó sin cocer, empleándolo crudo para la ensalada, resultando también muy agradable, con un toque dulce y carne sabrosa y crujiente.©